Viniste otra vez, y para quedarte. Ya no te conformas con la visita esporadica, esa que es tan dominical y desdeñosa; ahora tu opresion es cotidiana. Y tuve que entregarme a tus cavilaciones sin siquiera haberlo decidido, pues la llegada de tu lucidez (que no es azarosa) vino tan silenciosamente como el asesino o el rapaz. Da igual. Y aunque quiera esconderte bajo la esperanza de una nueva noche, siempre estas presente, vigilando a tu presa nocturna, sabiendo que has de ganar otra vez la batalla. El cuerpo va consumiendo su energia y comienzo a sentir que existo, pero no tanto. Deseo imperiosamente que tu guardia desaparezca solo un momento y me dejes escapar de esta realidad tan cruel y mia. Pero es imposible. Ahi estas esperandome, y yo voy a tu encuentro sabiendo que otra vez lo has hecho. Quisiera sacarte de mi vida, poder separarte de mis noches oscuras. Solo pido que esta noche ya no estes. Ojala la muerte me separe de ti lo antes posible. Cuando aun no haya caido el sol.
25 noviembre 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
4 comentarios:
La peor clase de dependencia...
¿Hasta que punto uno puede soportar semejante asedio personal sin perder la cabeza? Es más poderosa la mente que la fuerza de voluntad? Hasta dulce parece ser la tortura que brinda belleza al vuelco de este escrito.
Me refería a esperar el daño, a depender de que llegue eso que nos lastima, que nos hace sufrir, para poder morir y renacer luego... O no renacer, pero ser...
:)
Muy fuerte, pero los sentimientos no se controlan, mas bien ellos nos controlan a nosotros.
Publicar un comentario