Las mañanas eternas ya tienen para mi el brillo hediondo de una moneda vieja. Rasposo, triste y repetitivo. Todo es sucesivo, pero igual. La inconstancia del cambio en que me encuentro, me lleva a inventar nuevas sensaciones, pero todas riman con aburrimiento.
Los dias de lluvia son toscos, el agua ya es ritmica y silente. Los charcos y lodazales carecen de ingenio, son solo manchas oscuras en el suelo. La brisa que mueve mis miedos ya tiene la cadencia propia de los vicios que nos aferran tratando de llevarnos al abismo, a ese que yo mismo cree.
Las noches han perdido su oscuridad, las luces de las estrellas incandilan lo poco que queda del negro, y a veces me cegan.
Creo que ya es hora de darle vida a mi eternidad. Quizas siendo hombre la muerte algun dia me resguarde de este desierto detestable y continuo.