Las exclamaciones de los cellos comienzan a ganar altura y desgarran el aire hacia los lados, mientras suben. Los tonos ascendentes se quiebran al final como corolario de una muerte a contratempo. En los idilios de las cuerdas mas delgadas, descansan ciertas melodias magicas que fueron pergeñadas en el mas puro extasis. La sutileza con que suscriben sus lineas son tan perennes como los tonos agudos del violin.
El acaecer de las manos y el artista se colman de flores y vida y magia y recelo. Manos privilegiadas...
En esos acordes es donde acuno mi alma para dejarme embeber en cienagas oscuras e intangibles. Ahi encuentro la paz y puedo admirar en su sonido lo mas cercano a la perfeccion o a lo blasfemo.